Ocho apellidos catalanes: Independencia, simulacro e hiperrealidad

Tras el éxito descomunal de Ocho apellidos vascos (Martínez-Lázaro, 2014), la secuela Ocho apellidos catalanes (Martínez-Lázaro, 2015) logró mantener unos altos niveles de recaudación y de número de espectadores, a pesar de las críticas mayoritariamente negativas del público y especialmente de la crítica. Este artículo analiza la noción del simulacro a partir de las aportaciones de Jean Baudrillard y defiende que la película ofrece una estampa de una Cataluña independiente hiperreal, artificialmente construida como una realidad en la que impera la representación paródica. Este artículo se detiene en la exploración del poder de actuación y de transformación de los personajes para mutar sus nombres propios y su lugar de nacimiento, de modo que la pertenencia nacional es un concepto laxo y fluido, adaptable e intercambiable. Finalmente, propone una reflexión en torno a los conceptos del humor y la intertextualidad, destacando la nueva concepción de la masculinidad cercana al bromance como original aportación a la comedia romántica en la cinematografía española.